Festival Internacional de Jazz Punta del Este

Mientras caminaba por el campo de El Sosiego y pensaba en el próximo Festival -a realizarse la primera semana de 2020- sentía una gran emoción de saber que, una vez más, llegaría a Punta Ballena un contingente de grandes talentos del jazz casi imposible de ver en vivo por estas latitudes. Y en un momento, me asaltó el asombro del paso del tiempo: nuestro Festival número 20 (una cifra redonda a la que nunca pensamos llegaríamos cuando arrancamos en 1996) iba quedando lejano, a la vez que el número 25, ¡un cuarto de siglo!, se acerca “sin prisa pero sin pausa”.

Como ya lo he dicho en otras oportunidades desde esta carta dirigida a los habituales seguidores y a los nuevos visitantes del Festival Internacional de Jazz de Punta del Este, esta propuesta cultural -que rinde homenaje a ese arte invisible que es la música- constituye una parte esencial de mi propia existencia. Y también una de mis mayores satisfacciones: sobre todo en el sentido de tener el privilegio de poder hacerlo.

Por supuesto que habría muchos argumentos racionales (básicamente de carácter material) como para poner en duda la pertinencia de continuar haciéndolo, o de hacerlo incluyendo propuestas más taquilleras, como ha sucedido con la mayoría de los más renombrados festivales de jazz del mundo. Pero no. Resulta que hace mucho tiempo hemos tomado la determinación de seguir navegando por un rumbo que nos deja conformes con nosotros mismos. No en vano este Festival se ha ganado la reputación que tiene entre los jazzistas de elite y la prensa especializada. De ahí que nos sintamos transitando por una calle de un solo sentido, es decir que no tiene marcha atrás. Entre otras cosas porque les queremos brindar a ustedes lo mejor de esta música nacida hace más de un siglo, un lenguaje universal que seguramente sobrevivirá y será honrado por las futuras generaciones. No solo por su calidad intrínseca sino también como un símbolo de paz y unidad entre los hombres.